Cara o/y sello
Alfredo Stecher
Economista, consultor y analista político
4.10.2016
Estamos acostumbrados a que nuestras monedas
tengan cara y sello integrados. Pero en otros aspectos de la realidad,
especialmente en política, no nos tomamos la molestia de ver si al otro lado de
la cara hay sello o, al otro lado del sello, cara, o ignoramos lo que vemos. En
otras palabras, si veo algo blanco, qué aspectos negros tiene, algunos con toda
seguridad, y viceversa, lo que nos llevará a verlo más bien gris y a la
necesidad de ver si predomina el blanco o el negro, y, si es algo complejo,
como suele ser la realidad, en qué partes es más blanco y en cuáles, más negro.
Aclaro que la noción de blanco y negro se refiere a día y noche, no a lo
racial. La idea es obviamente priorizar lo más blanco y apreciar lo blanco
también en lo gris más oscuro, y considerar lo negro también en lo gris claro.
Y mejorar el lado predominante así como el que uno prefiere.
No existe nada que no tenga dos o más lados
físicos, y también dos o más lados en el uso que le damos.
En la prehistoria e historia de la humanidad,
para dar solo algunos ejemplos, el cuchillo ha resultado utilísimo para mejorar
nuestra alimentación y para defendernos con mayores chances de éxito de otro
humano agresor o de un animal predador, pero también para atacar a otros; la
lanza, arco y flecha y el hacha, además de herramienta para aumentar las
fuentes de sustento, nos sirven igualmente para defendernos o agredir. El
caballo, y luego la carroza, son medios de transporte, pero ello tanto para la
paz como para la guerra. Y hay infinitos ejemplos del múltiple uso de muchos
elementos naturales y de lo inventado por el genio del ser humano, para bien y
para mal.
¿A qué viene esto?
Como siempre, ante objetos o usos nuevos, hay
quienes los aplauden y quienes los denostan, pero también quienes valoran unos
aspectos y critican otros. Es el caso de los medios de comunicación virtual
masivos. Por supuesto que tienen sus lados de sol y sus lados de sombra. El
problema no son las nuevas herramientas, sino el uso que les damos.
Me ha inspirado escribir esto un artículo en
la excelente revista mensual del museo Smithsonian, de Washington, sobre los
inicios del teléfono y la contraposición de la conversación cara a cara y la
producida a distancia. Cuando Graham Bell inventó en 1876 el teléfono y luego
lo mejoró, logró vender en el primer año 3000 aparatos, y, en 1900, ya había un
millón en todo EEUU, casi exclusivamente para uso empresarial. Muchos
empresarios prohibían su uso a las mujeres, para que no interfirieran con el
negocio. Un crítico social advertía de que no debería ser usado para chismes
entre mujeres estúpidas. Incluso el gerente de una compañía de teléfonos
constató con una encuesta que el 30% de las llamadas eran puro parloteo. Poco a
poco se dieron cuenta de que era más rentable vender sus aparatos para eso y
para bromas que para negocios, de modo que pronto subrayaron cuánto podían
reducir el aislamiento y acercar a amistades. En cambio, algunos críticos se
preguntaban si favorecía la movilidad física o la flojera, si quebraba la vida
familiar y la práctica de visitar a otras personas. Otros, en cambio,
subrayaban que contrarrestaría la soledad.
Mark Twain, el excelente humorista
norteamericano que conocemos más por sus novelas Tom Sawyer y Huckleberry Finn,
de aguda observación de las inequidades sociales, con sentido crítico, en este
caso, equivocado, escribió un artículo Una conversación telefónica, en que
reproducía una desde un solo lado (mecanismo que utilizó hace décadas un
escritor para una conversación a distancia israelí – palestina). Un diario
inglés observó en 1899 que el uso del teléfono da poco margen para la
reflexión, que engendra febrilidad que no contribuye a la felicidad doméstica.
La empresa Bell advirtió en 1910 del riesgo de aumento de comportamientos
rudos, como disociaciones a lo Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Un ingeniero de la compañía telefónica ATT
predijo que fomentaría la comprensión mutua de lenguajes y contribuiría a hacer
de la humanidad una hermandad. Un partidario hizo notar en 1915 que por la
ausencia de señales corporales tenemos que estar más atentos, que por eso quizá
podría reducir malentendidos y hasta evitar guerras.
Ya sabemos qué efectos tuvo y cuáles no, y
hacemos bien en ver ahora objetivamente qué problemas y qué beneficios están
generando las nuevas herramientas de comunicación. Solo menciono que, aparte de
otros resultados positivos, un estudio reciente muestra que adolescentes que
las usan más para comunicarse son los que más s ven cara a cara con amistades.
Hay advertencias en el sentido de que niños no
lo usen muy temprano, en lo que concuerdo por el posible daño cerebral causado
por las ondas, en un tejido neuronal todavía incipiente; y, de todos modos, que
el tiempo de uso sea estrictamente limitado. Hay estudios que indican que
mientras más temprano el uso (aparte de lo muy difícil que es impedirlo), más
se desarrolla su uso positivo, siempre que una supervisión cauta eduque en el
sentido de evitar contenidos inapropiados y abusos, y controle que eso sea
efectivo.
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