Lo que no requiere de facultades legislativas
Valoro la voluntad de legislar, reglamentar inteligentemente
y desreglamentar lo contraproducente, pero pienso que también hay que darle
mucho énfasis a mejorar continuamente lo que se puede hacer incluso con la
normatividad existente o fácilmente modificable. Todo cambio y mejoras bien
hechos, facilitarán otros mientras no perdamos el impulso. Y eso debemos
lograrlo principalmente con estímulos, que incluyen ambientes de trabajo
positivos y colaborativos, reconocimientos oportunos y a veces mejoras
pecuniarias, y con sanciones justas centradas en quienes fomentan o toleran
negligentemente las infracciones e ineficiencias. En esto es clave colocar en
puestos de mayor responsabilidad y de mando medio a las personas más aptas para
ello, con la mejor calificación profesional y/o experiencia (que vale más que
muchos cartones), independiente de su filiación política o afinidad personal,
lo que se ve facilitado, si se lo proponen los ministros, por el carácter
minoritario del partido de gobierno.
El gobierno hará bien en mantener y mejorar los programas
sociales existentes, con énfasis en el fortalecimiento de capacidades y la
cooperación, con sistemas de control serios, y solo agregar algunos que ataquen
problemas diferentes o de manera significativamente diferente, que no se puede
lograr con modificaciones en los previos.
En todo lo que las afecte directamente, hay que organizar
una participación informada e inteligente de la población, tanto rural como
urbana, tratando de entender sus intereses reales y sus sentimientos, además de
contrarrestar a quienes buscan solo aprovecharse de estos.
Aunque lo económico es la base, el desarrollo y el propio
crecimiento económico requieren también avanzar en el campo cultural, al que se
tiene que dar más énfasis y mayores recursos, facilitando y estimulando la
acción en ese plano de la sociedad civil y de las instituciones educativas y
culturales. Eso exige superar el economicismo, la primacía reduccionista y
simplista de lo económico sobre toda otra consideración, que permea el Estado y
la sociedad, no solo por culpa de los economistas. Lo tenemos en el afán de
ganancias sin escrúpulos, excesivas y de corto plazo de personas, negocios y
empresas de todo tipo y tamaño, en la mezquindad en las relaciones
interpersonales, en ingenierías e intervenciones sociales y en la priorización
de metas y resultados económicos en muchas políticas públicas.
Es fundamental contrarrestar el economicismo lo más posible
en todas las políticas y programas concretos -comenzando por plantearse la
pregunta-, y también en la ampliación o reforzamiento de las temáticas no
principalmente económicas o más urgentes.
Necesitamos una mayor inversión de calidad en ciencias
básicas y aplicadas de todo tipo, en alianza con lo más avanzado en el mundo,
con cooperación no solo económica sino en métodos y resultados, así como intercambios
de personas, sin exigencia de rentabilidad económica, pero premiando los
resultados que contribuyan en la práctica a mejoras económicas, sociales y
culturales.
A título de ejemplos de otras iniciativas deberíamos instaurar
y dotar de mayores recursos a premios culturales, promover más concursos
culturales de todo tipo, como música, danza, teatro, cine, y fortalecer las
entidades relacionadas; además ampliar considerablemente las capacidades y los
proyectos de arqueología -no solo de la prehistoria-, cooperando con entidades
y proyectos del exterior, propiciando la museología moderna, fomentando los
laboratorios necesarios; eso tendrá impactos positivos para nuestra identidad
nacional y en las poblaciones cercanas, en su conciencia y autoestima, y en
aumento del turismo cultural. Lo mismo vale para los estudios históricos con
énfasis en sus contextos sociales, políticos y geográficos. En todo deberíamos
tener fondos de contraparte para inversiones de calidad desde el exterior.
Todo ello debería encargarse a entidades autónomas, sujetas
a políticas de Estado y no por período gubernamental, con independencia en sus
decisiones sustantivas, supervisadas respecto del cumplimiento de sus normas de
funcionamiento por una superintendencia autónoma, igualmente supervisada por
Contraloría.
Debería desarrollarse una política amplia y con muchos
recursos respecto del otorgamiento de becas internacionales por concurso, en
alianza con entidades educativas y de investigación, así como fundaciones con
esos fines de todo el mundo.
Confío en la seriedad de los propósitos y en la calificación
de quienes nos gobiernan, y nos corresponde a todos colaborar en su mejor
orientación, aplicación y éxito, con observación, propuestas y críticas
constructivas, además de participación en persona, de ser posible.