5.6.17

Filantropía

Alfredo Stecher

05062017

Retomo mi blog después de un paréntesis motivado por problemas de salud pasajeros. He estado siguiendo las informaciones sobre filantropía en el diario La Tercera de Chile, ocasionalmente de otras fuentes, y me asombra y alegra tanto la amplia cobertura, en cuanto a amplitud de campos, como la real multiplicación y ampliación de su magnitud e impacto. Quiero en sucesivas entregas dar ejemplos de esto, que contribuyen a reforzar mi idea de que, a pesar de todo -y Trump-, la humanidad sigue avanzando, que son poderosas las fuerzas capaces de seguir mejorando nuestro mundo y de enfrentar a las contrarias, por cierto muy poderosas.
Filantropía, según la RAE, es amor al género humano. Puede ser definida como la ayuda a otras personas sin pensar en un beneficio propio (al menos no como objetivo principal), expresión de empatía y de solidaridad, que puede ser instintiva o fruto de educación y entorno, o combinación de ambos. Esto puede ser real, en el sentido de no buscar un beneficio material, al menos inmediato, o aparente, en el sentido de diseñado para favorecer sus intereses personales directamente. En general se trata de una combinación de consideraciones, de corto o más largo plazo, de expresión de un sentimiento o de reflexión sobre beneficios futuros no solo económicos ni solo propios, por ejemplo, respecto de cómo se quiere que sea la sociedad en la que vivir y legar a hijos y nietos.
Al margen del objetivo, se espera que se trate de ayuda efectiva, que puede ser asistencial, para aliviar problemas, o proveedora de medios o de capacidades para resolverlos. Son frecuentes las críticas a iniciativas filantrópicas, como mecanismo de propaganda o barniz de actividades explotadoras o solo interesadas en aumentar ganancias, o como búsqueda de indulgencia por prácticas despiadadas. Todo eso se da en la filantropía, como se dan abusos e hipocresías de parte de personas y entidades de los más diversos campos y peso económico en sus relaciones laborales o personales.
Pero también se da, y con creciente frecuencia y magnitudes, expresiones de empatía, de responsabilidad social y ambiental y de intención de devolver algo a la sociedad que le ha permitido tener éxito y/o ganancias, donde el efecto imagen, siendo real, es un aspecto subordinado. Y son muy frecuentes las fundaciones benéficas, muchas veces con el nombre de su creador o de quien proviene la donación, que buscan mantener vivo el nombre. La filantropía con frecuencia se combina con el activismo por diferentes causas, con donaciones o arriesgando ingresos seguros al manifestarse a favor o en contra de algo.
Es difícil calibrar el peso que en cada iniciativa filantrópica tienen las diversas motivaciones que se conjugan; lo importante es que el resultado sea algo globalmente positivo, que predominen los aspectos favorables para los beneficiarios y a la humanidad. Es necesario a la vez valorar lo positivo y denunciar lo negativo.
Hay que distinguir la beneficencia, que pudiendo tener características similares, muchas veces es asociada a un desprecio por la dignidad humana, a veces injustamente, como el caso de las campañas de solidaridad con víctimas de catástrofes, no solo útiles, sino estimulantes de las facetas solidarias de mucha gente.
Supongo que por una combinación de instinto y de educación familiar -padre ex sacerdote y madre maestra- llegó a primar pronto en mí una actitud de filantropía (sin que tuviera conciencia del concepto), inicialmente con una motivación también religiosa, que se manifestó en la selección de mi profesión -la economía entendida como ciencia social- y en mi rol como dirigente estudiantil, luego en el plano político, en el de apoyo social y de promoción del desarrollo a través de una ONG, en el de priorización de proyectos de desarrollo en el marco de la empresa de consultoría, en la formación y conducción de una empresa certificadora ecológica y finalmente, en esta última etapa de mi vida, en seguir contribuyendo a lo anterior y en la elaboración de mi blog de artículos de opinión.

Resalto que la filantropía no tiene por qué ser una actividad especializada, sino que puede darse combinada con cualquier otra actividad principal lícita, laica o religiosa, estatal o privada, empresarial o de investigación. En algunos países, en particular los EEUU, hay una tradición antigua, de siglos, a partir de convicciones religiosas o cívicas, de to give o give back -dar o devolver-, que se expresa en el peso económico de la filantropía -más de 2% del PBI, y que ha ido evolucionando hacia una filantropía comprometida y hacia la inversión social, que toma de la económica la elaboración de planes estratégicos, estudios estadísticos, investigaciones académicas, asesorías y la mediciones del impacto. En las últimas décadas ha aumentado exponencialmente y se ha sofisticado notablemente la filantropía de gran escala, a tal punto que lo llaman el tercer sector, después del privado y del estatal.