Nuestro dilema electoral
Alfredo Stecher
La irresponsabilidad del Congreso y del JNE nos ha llevado a
una situación deplorable para nosotros mismos y ante la vista del mundo
interesado en nosotros y a favor de la democracia. Asumo, sin certeza, que la
legislación que rige las elecciones había sido elaborada con buenas
intenciones, pero, como en muchas otras ocasiones, nos ha acercado al infierno
político. Eso había sido advertido con mucha antelación y precisión, y no
corregido.
No puede ser que, avanzado el proceso, haya incertidumbre
sobre quiénes seguirán siendo candidatos; tampoco, que sean eliminadas
candidaturas por fallas formales, merecedoras de sanción, pero no de exclusión,
en contra del derecho constitucional de los ciudadanos, propiciando un
descrédito aún mayor de la política y afectando de manera peligrosa la
legitimidad de los resultados electorales. Sería aún peor si termina de ser
eliminada la llamada Fuerza Popular, una de las tantas denominaciones y caretas
que ha usado el fujimorismo, porque tiene un respaldo firme de cerca de un
tercio del electorado y terminaría de deslegitimar estas elecciones. Aunque
terminaría de cuestionar la validez de las decisiones de las autoridades
electorales, la exclusión de Fujimori sería terrible para la democracia, frente
a las de Acuña y Guzmán, graves, pero toleradas por haber tenido un apoyo
errático.
Estoy absolutamente en contra de la reinstalación del
fujimorismo en el Poder, del que tanto abusó, pesando mucho más sus actos
delictivos que algunos aciertos, y estoy en contra de un empresario plagiador en
serie que se enriqueció vendiendo una educación de baja calidad a decenas de
miles de estudiantes universitarios; estoy también en contra de un advenedizo
de la política, de opiniones oscilantes, aupado a un partido intelectualmente
serio pero extremadamente débil en lo organizativo. Aparte de sanciones por
faltas efectivas, lo que correspondería es una pedagogía política para guiar al
electorado hacia alternativas honestas y serias, en las formas y en los
contenidos programáticos expresados en sus planes de gobierno, que al menos
algunos tienen más o menos coherentes y la intención de cumplir.
A estas alturas no tiene sentido escribir sobre nuestros ex
presidentes, felizmente relegados, ni sobre los candidatos del montón marginal,
que los hay con algunos méritos y muchos deméritos, sí sobre las principales
alternativas al fujimorismo: el otra vez puntero, PPK, de Peruanos para el Kambio,
y los empatados en el tercer lugar, Verónika Mendoza, del Frente Amplio, y
Alfredo Barnechea, de la Alianza Popular. Los tres comparten la característica
de ser honestos (no digo que impolutos), según todo lo que comprobadamente sabemos
de ellos (también sabemos que es fácil calumniar), de ser inteligentes y de
tener una vocación de servicio público. Los tres tienen personas valiosas en su
lista al Congreso. Y los tres no serían mi primera opción si pudiera imaginarme
un candidato alternativo entre nuestros ciudadanos más meritorios. Pero el
efecto de su elección sería muy diferente.
En el caso de PPK, hay la certeza de que hará una gestión
que continuará con lo positivo que tuvo la suya como ministro de Economía y
Finanzas y luego presidente del Consejo de Ministros, que junto con otros
ministros capaces logró salvarnos de la deriva propia de las características
del presidente Toledo. Esto se aúna a experiencia de gestión empresarial, que
permite evitar normativas perjudiciales para avanzar hacia un desarrollo
sostenible, desde el punto de vista económico, además de mantener la confianza
del empresariado serio, así como de facilitarle los conocimientos útiles para
controlar al menos serio, y para desenmascarar y castigar al deshonesto y al
mafioso. Su programa es el más coherente y sus equipos son de primera categoría,
particularmente en economía, pilar de un crecimiento continuo, sin sobresaltos,
y en seguridad para ciudadanos y empresas, en especial las de menor tamaño,
tema prioritario tanto objetiva como subjetivamente. Supongo que nadie
medianamente objetivo creerá que lo positivo en la gestión de Toledo se debe
más a nuestro inefable cholo de Harvard que a PPK y algunos otros ministros de
calidad.
Mendoza genera simpatías, también mías, por su espíritu
rebelde y juventud, pero lo poco que sabemos de sus puntos de vista así como su
total falta de experiencia de gestión, no avalan su pretensión de llegar, al
menos por ahora, al más alto cargo de la República, con el agravante de un
entorno en parte irresponsable en su campaña antiminera y otras posiciones
extremas. Y, aunque me identificara con su movimiento y su bastante reducido
frente, le recordaría que entre las peores cosas que le pueden pasar a un
liderazgo político, es llegar tarde a la historia o triunfar sin que las
condiciones estén maduras, así como sin haber desarrollado la suficiente
capacidad personal y de equipos humanos, y sin la fuerza social necesaria para
respaldar su gestión.
Barnechea tiene el mérito de la seriedad y de la acumulación
de experiencias varias, como militante aprista, candidato –y cara bonita- del
APRA a la alcaldía de Lima (que estuvo cerca de ganar a Barrantes) y diputado
aprista, pero la evidencia de su capacidad de gestión, si se puede considerar
tal, se reduce a haber sido asesor principal y director en un organismo
internacional, entidades con méritos pero no precisamente de gestión. Aunque no
tengo nada contra los intelectuales con experiencia política, y me precio de
ser uno entre muchos, creo que esa característica dominante en él no es
suficiente para calificarlo como conductor de nuestro país en tiempos aún más
difíciles que antes. El partido al que se afilió en los últimos años, Acción
Popular, tiene el mérito, aunque modesto, de seguir existiendo, en general de
manera decente, algo de por sí notable, pero con poca fuerza social (lo de sus
cien mil militantes no lo creen ni ellos mismos), y con el negativo cartel de
haber tenido dos gobiernos mediocres, cuya repetición penosa es lo que su triunfo
nos auguraría.
Esto significa obviamente que apoyo a PPK, candidato y
partido, que recomiendo como el mejor posible o como mal menor, según la
perspectiva de cada quien. En un barco con serios defectos y ante tormentas que
con seguridad nos esperan, confío más en el capitán con mayor experiencia. Con
aún mayor razón tratándose del futuro de todo nuestro país.
Y, en definitiva, en la segunda vuelta frente al
fujimorismo, apoyaría a cualquiera de los tres alternativos, perdonando, al
menos por el período de su mandato, los errores y faltas cometidos previamente,
sin dejar de ejercer la crítica necesaria respecto de su desempeño como
presidente; eso sí, cruzando los dedos para que Mendoza no triunfe a destiempo
y haciendo votos por que los congresistas de las tres listas generen una mejor
legislación o una oposición de calidad, si sucediera lo peor.
Al margen de recomendar el voto a la presidencia por PPK, en
cuanto a los candidatos al Congreso, considero preferible votar, entre los que
tienen chances de ganar de las listas con mayor apoyo, por los más inteligentes,
experimentados y de criterio amplio, aunque no se concuerde totalmente con sus
opiniones, y seguir dando la batalla por posiciones y propuestas específicas no
consideradas en los planes de gobierno o incluso contradichas. Si algunas
bancadas incluyen personas de calidad y peso capaces de contrarrestar a las
unilaterales, mediocres o corruptas, podrán, con argumentación y algo de fuerza
social, convencer a la presidencia y ganar votaciones en el Congreso. En mi
caso se trata de mejoras en varios aspectos de sus planes de gobierno y, en
particular, de la agricultura ecológica, el no a los transgénicos y la realista
y efectiva defensa de nuestro ambiente y biodiversidad, además de la equidad de
género que no es solo un tema de feministas sino responsabilidad de todos,
hombres y mujeres, en el marco siempre de la defensa de los intereses de la
población y del país en su conjunto.
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